Canalblog
Suivre ce blog Administration + Créer mon blog

indamori

29 janvier 2009

el calcio que cada persona necesita

Buscarle a uno las vueltas.

Emociones y Opiniones. El rojo al contrario del blanco denota ira, furia y emociones, . Cuando nos ponemos el sombrero rojo podemos expresar nuestro sentir por algo, sin que haya la necesidad de dar explicaciones para ello. Siempre hemos creído que en una discusión debemos ser objetivos pues las emociones no nos permiten pensar bien. Pero tenemos una pregunta, qué ocurre si una persona que tiene una amplia experiencia (de muchos años), recibe una idea y quiere expresar su sentir que transmite toda su experiencia aunque no puede describir objetivamente el por qué de ese sentir. ¿Se debe desestimar esta opinión?.........No, porque de lo contrario estamos perdiendo un valioso aporte de la experiencia de muchas personas. Todas las pasiones atraviesan una etapa en que son pura fatalidad, abismando a su víctima por el peso de la insensatez, y por otra, muy posterior, en que se desposan con el espíritu, se “espiritualizan”. En tiempos pasados, a causa de la insensatez inherente a la pasión, se hizo la guerra a la misma trabajando por su destrucción; todos los antiguos monstruos de la moral coincidían en exigir: “hay que acabar con, las pasiones”. La fórmula más célebre al respecto está en el Nuevo Testamento, en ese Sermón de la Montaña, donde, dicho sea de paso, nada se contempla desde lo alto. Allí se dice, por ejemplo, con respecto a la sexualidad: “Si te fastidia tu ojo, sácalo.” Por fortuna, ningún cristiano cumple tal precepto. Destruir las pasiones y los apetitos nada más que para prevenir su insensatez y las consecuencias desagradables de su insensatez se nos antoja hoy, a su vez, una mera forma aguda de la insensatez. Ya no admiramos a los dentistas, que extraen los dientes para que no duelan más... Ahora bien, admitamos en honor a la verdad que en el clima en que nació el cristianismo ni podía concebirse el concepto “espiritualización de la pasión”. Sabido es que la Iglesia primitiva luchó contra los “inteligentes” en favor de los pobres de espíritu; ¿cómo iba a librar a la pasión una guerra inteligente? Combate la Iglesia la pasión apelando a la extirpación de todo sentido; su práctica, su “cura”, es la castración. Jamás pregunta: “¿Cómo se hace para espiritualizar, embellecer, divinizar un apetito?” En todos los tiempos ha hecho recaer el acento de la disciplina recomendando la exterminación de la sensualidad, el orgullo, el afán de dominar, la codicia y la sed de venganza. Mas atacar por la base las pasiones significa atacar por la base la vida misma; la práctica de la Iglesia es antivital... Al mismo recurso, el de la castración, exterminación, apelan instintivamente, en la lucha contra tal apetito, aquellos que son demasiado débiles de voluntad, demasiado degenerados para refrenarlo; aquellos que alegóricamente (y no alegóricamente) necesitan hablar de la Trappe, alguna categórica declaración de guerra, un divorcio establecido entre ellos y tal pasión. Sólo los degenerados tienen necesidad de remedios radicales: la debilidad de la voluntad, más exactamente, la incapacidad para no responder a un estímulo, no es sino una forma distinta de la degeneración. La enemistad radical, mortal hacia la sensualidad, es un síntoma que da mucho que pensar; permite sacar conclusiones respecto al estado total de la persona que llega a tal extremo. Por lo demás, esa enemistad, ese odio, sólo se exacerba a tal punto si tales personas ni siquiera., tienen ya energías suficientes para efectuar la cura radical, expulsar su “demonio”. Pasando revista a toda la historia de los sacerdotes y filósofos, aparte la de los artistas, se comprueba que las diatribas más violentas contra los sentidos parten no de los impotentes, ni tampoco de los ascetas, sino de los ascetas fallidos, de aquellos que debieron ser ascetas... El hecho de que todo el mundo reconozca semejante progreso basta, en realidad, para ponerlo en tela de juicio... Los hombres modernos, muy delicados, muy vulnerables, perdidas mil contemplaciones, creemos, en efecto, que esta tierna humanidad que representamos, este acuerdo logrado en la consideración, la solicitud y la mutua confianza es un progreso positivo; que con esto somos muy superiores a los hombres del Renacimiento. Así piensa, porque no puede menos de pensar, toda época. Lo cierto es que debía estarnos vedado situarnos, siquiera mentalmente, en estados de cosas renacentistas; nuestros nervios, y no digamos nuestros músculos, no soportarían semejante realidad. Mas esta incapacidad no prueba un progreso, sino tan sólo un natural diferente, más tardío; uno más débil, más tierno, más vulnerable, del que necesariamente deriva una moral pródiga en contemplaciones. Si descontamos mentalmente nuestra condición delicada y tardía, nuestro envejecimiento fisiológico, nuestra moral de la “humanización” pierde al instante su valor, ninguna moral tiene valor por sí; hasta se nos aparecerá despreciable. No dudamos, por otra parte, de que los modernos, con nuestra humanidad acolchada, ansiosa de no golpearse contra ninguna piedra, seríamos para los contemporáneos de Cesare Borgia un espectáculo en extremo ridículo. En efecto, sin quererlo, somos pintorescamente graciosos con nuestras “virtudes” modernas... La merma de los instintos hostiles y susceptibles de despertar recelo, y tal es, en definitiva, nuestro “progreso”, no es sino una de las consecuencias de la merma general de la vitalidad; salvaguardar una existencia tan condicionada, tan tardía, requiere cien veces más esfuerzo y cautela que antes. Entonces, los hombres se ayudan unos a otros; entonces, cada cual es hasta cierto punto enfermo y cada cual es enfermero. Entonces, a esto se llama “virtud”, entre hombres que conocían una vida distinta, más plena, más pletórica y portentosa, se le habría llamado de otro modo: “cobardía” acaso, “vileza”, “moral de viejas”... Nuestra suavización de las costumbres, tal es mi tesis, y si se quiere, mi innovación, es una consecuencia de la decadencia; la dureza y violencia de las costumbres, en cambio, bien puede ser la consecuencia de un excedente de vitalidad: pues en tal caso mucho puede ser arriesgado, mucho desafiado, mucho también derrochado. Lo que en un tiempo fue condimento de la vida, para nosotros sería veneno... Somos también demasiado viejos, demasiado tardíos, como para ser indiferentes, lo cual es asimismo una forma de la fuerza. Nuestra moral de la simpatía, contra la cual siempre he prevenido, aquello que pudiera llamarse l'impressionisme morale, es una expresión más de la irritabilidad fisiológica propia de todo lo decadente. Ese movimiento que con la moral schopenhaueriana de la compasión ha hecho una tentativa de presentarse envuelto en ropaje científico, ¡tentativa muy desafortunada, por cierto!, es el movimiento de la decadencia propiamente dicho en la moral, y como tal íntimamente afín a la moral cristiana. Las épocas fuertes, las culturas aristocráticas, desprecian la compasión, el “amor al prójimo”, la falta de propio ser y de conciencia del propio ser. A las épocas hay que juzgarlas por sus fuerzas positivas, y entonces aquella época derrochadora y pródiga en fatalidad del Renacimiento aparece como la última época grande, y la de nosotros, los modernos, con nuestro enervado cuidado de nuestra propia persona y amor al prójimo, con nuestras virtudes de la laboriosidad, la sencillez, la ecuanimidad y el rigor científico, recopiladores, económicos, maquinales, como una época débil... Nuestras virtudes están condicionadas, provocadas por nuestra debilidad... La “igualdad”, cierta igualación efectiva que en la teoría de la “igualdad de derechos” no hace más que formularse, es un rasgo esencial de la decadencia; en cambio, la diferencia entre los individuos y las clases, la multiplicidad de los tipos, la voluntad de individualidad y diferenciación, aquello que yo llamo el pathos de la distancia jerárquica, es propio de todas las épocas fuertes. La tensión y envergadura entre los extremos disminuyen ahora sin cesar; los extremos mismos terminan por desdibujarse hasta el punto de confundirse... Todas nuestras teorías políticas y Constituciones, el “Reich alemán” inclusive, son conclusiones, consecuencias lógicas de la decadencia; la gravitación inconveniente de la décadence ha llegado a prevalecer hasta en los ideales de las distintas ciencias. Mi objeción contra toda la sociología inglesa y francesa es que conoce por experiencia únicamente las formas de una sociedad decadente y con todo candor toma los propios instintos de la decadencia como norma del juicio de valor sociológico. La vida descendente, la merma de toda fuerza organizadora, esto es, separadora, diferenciadora, jerarquizante, se formula en la sociología de ahora como ideal... Nuestros socialistas son un montón de décadents; pero también el señor Herbert Spencer es un décadent: ¡juzga deseable, por ejemplo, el triunfo del altruismo El criminal y lo que es afín. El criminal es el tipo del hombre fuerte bajo condiciones desfavorables, un hombre fuerte enfermo. Le falta la “selva”, cierta naturaleza y forma de existencia más libres y peligrosas, donde esté justificado todo lo que es arma y armadura en el instinto del hombre fuerte. Sus virtudes están proscritas por la sociedad; sus impulsos más vivos no tardan en ligarse con los afectos depresivos, con el recelo, el miedo y el deshonor. Mas esto es casi la receta para la degeneración fisiológica. Quien hace subrepticiamente lo que mejor sabe hacer y que más le gustaría hacer, con sostenida tensión, cautela y astucia, se vuelve anémico, y como sus instintos siempre le valen tan sólo peligro, persecución y fatalidad, también su sentir se vuelve contra estos instintos los siente de manera fatalista. En la sociedad, nuestra sociedad mansa, mediocre y castrada, es donde el hombre natural, que viene de la montaña o de las aventuras del mar, degenera necesariamente en criminal... O casi necesariamente, pues casos hay en que tal hombre resulta ser más fuerte que la sociedad. El corso Napoleón es el más famoso de ellos. Respecto al problema que aquí se plantea, es importante el testimonio de Dostoievsky, el único sicólogo, dicho sea de paso, que tuvo algo que enseñarme, constituyendo una de las venturas más sublimes de mi vida, en mayor grado aún que el descubrimiento de Stendhal. Este hombre profundo, quien tuvo diez veces razón de despreciar a los alemanes superficiales, sintió a los presidiarios siberianos, con los que convivió durante largo tiempo, criminales sin excepción, para los cuales no había retorno -posible al seno de la sociedad, a pesar de lo que Dostoievsky supusiera: tallados poco más o menos en la madera más dura y preciosa que crece en tierra rusa. Generalicemos el caso del criminal; imaginemos a hombres a los que por cualquier razón se niega la sanción pública y que saben que no se los tiene por útiles: ese sentimiento tshandala de saberse considerado no como un igual, sino como proscrito, indigno e impuro. Todos los pensamientos y actos de estos hombres ostentan el color de lo que vive bajo tierra; en ellos todo se torna más pálido que en aquellos cuya existencia está bañada en la luz del día. Mas casi todas las formas de existencia que hoy exaltamos-el carácter científico, el artista, el genio, el espíritu libre, el actor, el mercader, el gran descubridor se desenvolvieron en un tiempo en esta especie de lobreguez sepulcral... Mientras el sacerdote era reputado el tipo más alto, todo tipo humano valioso estaba desvalorizado... Día llegará, lo prometo, en que se lo reputará el tipo más bajo, nuestro tshandala, el tipo humano más mendaz e indecente... Llamo la atención sobre el hecho de que todavía hoy, bajo el régimen de las costumbres más suaves que se ha dado jamás, por lo menos en Europa, todo aparte, todo debajo prolongado, excesivamente prolongado, toda forma de existencia insólita, opaca, aproxima a ese tipo que el criminal representa. Todos los innovadores del espíritu llevan durante un tiempo estampado en la frente el signo fatal y fatalista del tshandala; no porque se los sienta como tales, sino porque ellos mismos sienten el pavoroso abismo que los separa de todo lo tradicional y sancionado. Casi todos los genios conocen como una de sus evoluciones la “existencia catilinaria”, un sentimiento de odio, venganza y rebeldía dirigido contra todo lo que ya es, en vez 'de devenir... Catilina; la forma de preexistencia de todo César. Aquí la vista es libre. Puede ser riqueza de alma si un filósofo calla; puede ser amor si se contradice a sí mismo; cabe una cortesía mentirosa del cognoscente. No dejan de tener un sentido sutil estas palabras: el est indigne des grands coeurs de répandre le trouble, qu'ils ressentent; sólo cabe agregar que no temer ni a lo más indigno puede también ser grandeza del alma. La mujer que ama sacrifica su honor; el cognoscente que “ama” sacrifica acaso su humanidad; un dios que amó se hizo judío...

Entrar en detalles.

Una partida que no debe confundirse ni con la reparación del desgaste ni con los trabajos de conservación y reparación es la del seguro para prevenir los riesgos de la destrucción ocasionada por acontecimientos naturales extraordinarios, incendios, inundaciones, etc. Dichos gastos deben cubrirse con la plusvalía y representan una deducción de ésta. Desde el punto de vista de la sociedad en su conjunto, es necesario asegurar una superproducción constante, es decir, una producción en escala mayor de la necesaria para la simple reposición y reproducción de la riqueza existente –prescindiendo en absoluto del aumento de población–, con objeto de disponer de los medios de producción necesarios para compensar la destrucción extraordinaria causada por los siniestros y las fuerzas naturales. Escorts en Madrid Sin embargo, la parte de la plusvalía que no existe bajo forma de otras mercancías, sino en dinero al lado de ellas, sólo puede consistir en una parte del oro anualmente producido en la medida en que una parte de la producción anual de oro circule para la realización de la plusvalía. La otra parte del dinero que se halla constantemente, en proporciones variables, como la forma–dinero de su plusvalía, en manos de la clase capitalista, no es elemento del oro producido anualmente, sino de las masas de dinero acumuladas con anterioridad en el país. Escorts Girona Pudiera decirse que en cierto sentido el siglo XIX también ha aspirado a todo aquello a que aspiró Goethe como persona: a la universalidad en la com­prensión, en la afirmación; al estar abierto a todas las cosas; a un realismo audaz, y al respeto reverente por todo lo existente. ¿Cómo el resultado total no es, a pesar de ello, un Goethe, sino el caos, la lamenta­ción nihilista, un desconcierto extremo, un instinto del cansancio que en la práctica impulsa constante­mente a retornar al siglo XVIII (por ejemplo, como romanticismo sensiblero, como altruismo e hipersen­timentalismo, como afeminación en el gusto, como so­cialismo en la política). ¿No es el siglo xix, sobre todo en sus postrimerías, mero siglo xviii robusteci­do, vulgarizado; esto es, un siglo de décadence? ¿De modo que Goethe sería para Alemania y para Europa apenas un incidente, un hermoso en vano? Pero a los grandes hombres se los entiende mal si se los enfoca bajo el ángulo mezquino de la utilidad pública. Que no se sepa sacar provecho de ellos acaso sea propiedad esencial de la grandeza... http://www.girlsbcn.com.es Por tanto, cuando A. Smith dice en el citado pasaje, que “el trabajo anual de cada nación es el fondo que en principio la provee, de todas las cosas necesarias...y que anualmente consume el país”, etc. adopta unilateralmente el punto de vista del trabajo simplemente útil, que es, sin duda, el que crea todos estos medios de vida en su forma consumible. Pero, olvida que esto habría sido imposible sin contar con los medios y objetos de trabajo trasmitidos por años anteriores y que, por tanto, el “trabajo anual” , aunque cree valor. no crea en modo alguno el valor íntegro del producto por él suministrado: que el producto del valor es inferior al valor del producto. Saunas eróticas en Barcelona o, empleando la forma general, D – M, suma de compras de mercancías es, al mismo tiempo, como fase del proceso cíclico independiente del capital, la transformación del valor del capital de su forma–dinero en su forma productiva o, más concisamente, la conversión del capital–dinero en capital productivo. Por consiguiente, en la fase del ciclo que ahora estamos examinando, el dinero aparece como primer exponente del valor del capital y, por tanto, el capital–dinero como la forma en que el capital se desembolsa. Madrid Chicas Lo que ante todo hace falta, es distinguir la voluntad del albedrío (Wille y Willkühr), teniendo en cuenta que puede existir aquélla sin éste, como lo presupone mi filosofía toda. Albedrío se llama a la voluntad cuando la alumbra el intelecto, siendo, por lo tanto, las causas que le mueven a motivos, es decir, representaciones, lo cual, expresado objetivamente, quiere decir que la influencia del exterior, que es lo que ocasiona el acto, se mediatiza por un cerebro. Cabe definir el motivo diciendo que es un excitante exterior bajo cuyo influjo nace al momento una imagen en el cerebro, imagen por cuya mediación cumple la voluntad el efecto propio, que es una acción vital extrínseca. En la especie humana puede ocupar el lugar de esa imagen un concepto que se ha sacado de anteriores imágenes de esa clase, por remoción de diferencias y que en consecuencia no es ya sensible sino designado y fijado no más que con palabras. Por lo mismo que la eficacia de los motivos en general no va ligada al contacto, pueden medir sus fuerzas influencias, unos con otros sobre la voluntad, esto es, que cabe que se produzca elección. Limítase ésta, en el animal, al estrecho círculo de lo que tiene presente a los sentidos; en el hombre, por el contrario, tiene por campo el amplio espacio de lo por él pensable, los conceptos. Por esto es por lo que se designan cual arbitrarios los movimientos que no se siguen, como los de los cuerpos inorgánicos, a causas, en el sentido estricto de la palabra, ni aun a meros excitantes, como en las plantas, sino a motivos. Estos, empero, presuponen intelecto, como medio que es de los motivos, medio por el que se verifica aquí la causación, no obstante su necesidad toda. Cabe designar también fisiológicamente la diferencia entre excitante y motivo. El excitante (Reiz) provoca la reacción inmediatamente, en cuanto ésta surge de la parte misma sobre que aquél obra; el motivo, por el contrario, es un excitante que tiene que dar un rodeo por el cerebro, donde nace, bajo su influjo, una imagen que es la que en primer lugar provoca la reacción subsiguiente, llamada volición. La diferencia entre movimientos voluntarios e involuntarios, refiérese pues, no a lo esencial y primario, que es en ambos casos la voluntad, sino meramente a lo secundario, la provocación de la exteriorización de la voluntad, o sea si se cumple dicha exteriorización por el hilo de las causas propiamente tales, o de los excitantes, o de los motivos, es decir, de las causas llevadas por el intelecto. En la conciencia humana, que se diferencia de la de los animales en que contiene, no sólo puras representaciones sensibles, sino además conceptos abstractos, que independientes de diferencia de tiempo, obran a la vez y conjuntamente, de donde puede surgir deliberación o conflicto de motivos; en la conciencia humana, digo, entra el albedrío en el más estricto sentido de la palabra, el que he llamado decisión electiva (Wahlentscheidung), y que no consiste más que en que el motivo más poderoso para un carácter individual dado venza a los demás determinando el acto, lo mismo que un choque es dominado por un contrachoque más fuerte, siguiéndose la consecuencia con la misma necesidad con que se sigue el movimiento de la piedra chocada. Sobre esto hállanse acordes todos los grandes pensadores de los tiempos todos, siendo tan cierto esto como que la gran masa jamás verá ni comprenderá la verdad de que la obra de nuestra libertad no hay que buscarla en las acciones aisladas sino en nuestra esencia y existencia. Todo lo cual lo he dejado expuesto del modo más claro posible en mi escrito acerca del libre albedrío. Chicas de compañía en valencia La fórmula M'–D'–M sólo implica para M, en cuanto a su forma, actos de circulación que son factores de su reproducción, pero la reproducción real de M, en la que se convierte M', es necesaria para que la operación M'–D'–M se efectúe; sin embargo, ésta se halla condicionada por procesos de reproducción al margen del proceso de reproducción del capital individual representado por M. Chica de compañía de lujo en Madrid Fijémonos en el capital I y el capital II como en dos capitales completamente independientes el uno del otro. Sus movimientos son absolutamente independientes; sí se complementan el uno al otro es, pura y simplemente, porque sus períodos de trabajo y circulación se suceden directamente entre sí. Pueden ser considerados como dos capitales completamente distintos, pertenecientes a distintos capitalistas. Escorts Gerona En los contratos de alquiler de casas y otros objetos que son para su propietario capital fijo, y se alquilan en concepto de tal, la legislación reconoce en todas partes la diferencia entre el desgaste normal ocasionado por el tiempo, por la acción de los elementos y por el uso natural y las reparaciones a que hay que proceder de vez en cuando para mantener la casa en condiciones durante su período normal de vida y su uso normal. Por lo general, las primeras corren a cargo del propietario y las segundas a cargo del inquilino. Las reparaciones se dividen, además, en corrientes y sustanciales. Las segundas implican ya en parte la renovación del capital fijo en su forma natural y corresponden también al propietario, a menos que el contrato disponga expresamente otra cosa. Así, por ejemplo, según el derecho inglés: Relax y saunas en Madrid En la agricultura, por lo menos allí donde no funciona movida por el vapor, resulta prácticamente imposible y carece de objeto el separar la reposición y la conservación del capital fijo. “Cuando los aperos agrícolas están completos, pero no son exageradamente abundantes (escasez de aperos agrícolas y de otros instrumentos de trabajo y herramientas de todas clases), se suele calcular, a base de un tipo medio muy general, el desgaste anual y la conservación de los aperos, no obstante la diversidad de las condiciones dadas, en un 15 a un 35 por 100 del capital de adquisición” (Kirchhof, Hanabuch der landwirtschaftlichen Betriebs1ehre, Dessau, 1852, p. 137). prostituta lujo Madrid El hecho de que el hilo entre de nuevo en el ciclo de otro capital industrial no hace cambiar para nada los términos del problema. La circulación general abarca tanto la red de los ciclos de las distintas fracciones independientes del capital social, es decir, el conjunto de los capitales aislados, como la circulación de los valores que no han sido lanzados al mercado como capital y de aquellos que se destinan al consumo individual. anibcn D . . D' lleva implícita una posible ampliación del ciclo, según el volumen del d que entre en el ciclo renovado. modelo de compañía

Pies, ¿para qué os quiero?

Conocido es mi postulado según el cual el filósofo se sitúa más allá del bien y del mal, encontrándose por encima de la ilusión del juicio moral. Este postu­lado deriva de un descubrimiento que yo he sido el primero en formular: no hay hechos morales. El jui­cio moral, como el religioso, se funda en realidades ilusorias. La moral no es sino una interpretación de determinados fenómenos, y más propiamente: una mala interpretación. Semejante al juicio religioso, la moral caracteriza un nivel de la ignorancia en que falta aun la noción de lo real, la discriminación entre lo real y lo imaginario; de modo que en este nivel la “verdad” designa sin excepción cosas que hoy día llamamos “ficciones”. De lo cual se infiere que el jui­cio moral nunca debe ser tomado al pie de la letra, pues siempre consiste en un puro contrasentido. Como semiótica, pof cierto, es inestimable; pues revela, al que sabe por lo menos, las realidades más valiosas de culturas e interioridades, que no sabían lo sufi­ciente para “entenderse” a sí mismas. La moral en de­finitiva es mero lenguaje de signos, mera sintomato­logfa ; para sacar provecho de ella es preciso saber de antemano de qué se trata. Callgirls en Madrid 3º El capital circulante de la sociedad, aunque no sea más que la suma de los capitales circulantes individuales, posee un carácter distinto del capital circulante de cada capitalista individual. Este no puede nunca formar parte de su renta; en cambio, una fracción del primero (a saber, la formada por los artículos de consumo) puede for mar parte al mismo tiempo de la renta de la sociedad o, como decía más arriba A. Smith, no merma necesariamente la renta neta de la sociedad en una parte del producto anual. En realidad, lo que A. Smith llama aquí capital circulante es el capital–mercancía producido anualmente que los capitalistas productores de medios de consumo lanzan todos los años a la circulación. Este producto global anual formado por mercancías está integrado en su totalidad por artículos consumibles y constituye, por tanto, el fondo en que se realizan o se invierten las rentas netas (incluyendo los salarios) de la sociedad. En vez de tomar como ejemplo las mercancías puestas a la venta en la tienda del comerciante al por menor, A. Smith hubiera debido elegir las masas de artículos almacenados en los depósitos de mercancías de los capitalistas industriales. Chicas compañía Barcelona 1) Es una ley general de la circulación del dinero que, al aumentar la suma de precios de las mercancías circulantes –lo mismo sí este aumento de la suma de precios se refiere a la misma masa de mercancías o a una masa mayor–, siempre y cuando que las demás circunstancias no varíen, aumenta la masa. Los salarios suben (aun cuando raras veces y sólo por excepción proporcionalmente) cuando suben los precios de los artículos de primera necesidad. Su subida es consecuencia y no causa de la subida de los precios de las mercancías. acompañante madrid Y puede también ocurrir lo contrario, es decir, que un medio de producción sea íntegramente absorbido por el proceso de valoriza­ción y sólo intervenga fragmentariamente en el proceso de trabajo. Supongamos que, al hilar el algodón, de cada 115 libras diarias haya 15 que no dan hilo, sino devil’s dust [desperdicio]. A pesar de ello, sí este desperdicio del 15 por ciento es normal, inseparable de la elaboración media del algodón, el valor de las 15 libras de algodón perdidas se transfiere al valor del hilo, ni más ni menos que el valor de las 100 libras que forman su sustancia. Para fabricar 100 libras de hilo, no hay más remedio que sacrificar el valor de uso de las 15 libras de algodón que se desperdician. La pérdida de este algodón es una de tantas condiciones de producción del hilo. Por eso su valor se transfiere al de éste. Y lo mismo ocurre con todos los excrementos del proceso de trabajo, a lo menos en la medida en que forman nuevos medios de producción, y por tanto nuevos va­lores de uso independientes. Así por ejemplo, en las grandes fábricas de maquinaria de Manchester se ven montañas de hierro de desecho, removidas como virutas de madera por unas cuantas máquinas ciclópeas y transportadas por la noche, en grandes carros, de la fábrica a la fundición, para volver al día siguiente de la fundición a la fábrica convertidas en hierro fundido. Girls BCN Sí nos fijamos en el capital global de la sociedad, vemos que la dinámica de su acumulación provoca unas veces cambios periódicos, mientras que otras veces sus elementos se reparten simultáneamente entre las diversas órbitas de producción. En algunas de éstas, cambia la composición del capital sin que crezca su magnitud absoluta, por efecto de la simple concentración; en otras, el aumento absoluto de capital va unido a la disminución absoluta del capital variable o de la fuerza de trabajo absorbida por él; en otras, el capital crece sobre su base técnica actual, asimilándose fuerza obrera sobrante en proporción a su crecimiento, o bien se opera en él un cambio orgánico que hace que el capital variable se reduzca. El crecimiento del capital variable, y, por tanto, el de la cifra de obreros en activo, va unido en todas las esferas de producción a violentas fluctuaciones y a la formación transitoria de una población sobrante, ya revista ésta la forma ostensible de repulsión de obreros que trabajan o la forma menos patente, pero no por ello menos eficaz, que consiste en hacer más difícil la observación de la población obrera sobrante por los canales de desagüe acostumbrados.13 Con la magnitud del capital social ya en funciones y el grado de su crecimiento, con la extensión de la escala de producción y la masa de los obreros en activo, con el desarrollo de la fuerza productiva de su trabajo, con el flujo mayor y más pletórico de todos los manantiales de riqueza, aumenta también la escala en que la mayor atracción de obreros por el capital va unida a una mayor repulsión de los mismos, aumenta la celeridad de los cambios operados en la composición orgánica del capital y de su forma técnica y se agranda el cerco de las órbitas de producción afectadas simultánea o sucesivamente por estos cambios. Por tanto, al producir la acumulación del capital, la población obrera produce también, en proporciones cada vez mayores, los medios para su propio exceso relativo.14 Es ésta una ley de población peculiar del régimen de producción capitalista, pues en realidad todo régimen histórico concreto de producción tiene sus leyes de población propias, leyes que rigen de un modo históricamente concreto. Leyes abstractas de población sólo existen para los animales y las plantas mientras el hombre no interviene históricamente en estos reinos. videos de girlsbcn Para acumular, es forzoso convertir en capital una parte del trabajo excedente. Pero, sin hacer milagros, sólo se pueden convertir en capital los objetos susceptibles de ser empleados en el proceso de trabajo; es decir, los medios de producción, y aquellos otros con que pueden mantenerse los obreros, o sean, los medios de vida. Por consiguiente, una parte del trabajo excedente anual deberá invertirse en crear los medios de producción y de vida adicionales, rebasando la cantidad necesaria para reponer el capital desembolsado. En una palabra, la plusvalía sólo es susceptible de transformarse en capital, porque el producto excedente cuyo valor representa aquélla, encierra ya los elementos materiales de un nuevo capital.2 escorts independientes Madrid Los "talleres Cyk1ops de Hierro y Acero", de los señores Cammel et Co. trabajan sobre la misma gran escala que los de los mencionados John Brown et Co. El director gerente habla entregado al comisario del gobierno White su declaración testifical por escrito, pero luego juzgó conveniente hacer desaparecer el texto de la declaración, que le había sido devuelto para revisarlo. No importa, Mr. White tiene buena memoria y recuerda perfectamente que, para los señores Cíclopes, la prohibición del trabajo nocturno de los niños y los jóvenes es "algo imposible: equivaldría a paralizar su fábrica". Y no obstante, la fábrica de estos señores sólo cuenta poco más de un 6 por ciento de jóvenes menores de 18 años y un 1 por ciento nada más de muchachos menores de 13.69

La adulteración del pan y la formación de una clase de panaderos que vende su mercancía por debajo de su precio íntegro son fenómenos que comienzan a desarrollarse en Inglaterra desde comienzos del siglo XVIII, al perder esta industria su carácter gremial y aparecer detrás del maestro panadero nominal el capitalista, en figura de harinero o de intermediario de la harina.50 Con ello se echaban las bases para la producción capitalista, para la prolongación desmedida de la jornada de trabajo y para el trabajo nocturno, aunque éste no se aclimatase seriamente en el mismo Londres hasta 1824.51 masajes bilbao de 20 a 30 hombres sin trabajo. Los colonos no trabajan siempre a satisfacción las tierras y las huertas, y el terrateniente ha creído oportuno fundir en dos o tres todos sus contratos de arriendo. De ahí la escasez de trabajo. Mientras del lado de allá de la zanja la tierra clama por trabajo, del lado de acá los jornaleros esquilmados le lanzan miradas llenas de nostalgia. Fe­brilmente sobrecargados de trabajo en verano y medio muertos de hambre en invierno, no es extraño que estos braceros digan, en su dialecto, que “the parson and gentlefolks seem frit to death at them.”106 escorts independientes barcelona En su declaración ante la Trades' Unions Commission, Nasmyth, inventor del martillo de vapor, informa como sigue acerca de las mejoras introducidas por él en las máquinas, a consecuencia de la grande y larga huelga mantenida por los obreros de construcción de maquinaria en 1851: "El rasgo característico de nuestras mejoras mecánicas modernas es la introducción de máquinas–herramientas automáticas. Hoy, la misión de un obrero mecánico, misión que cualquier muchacho puede cumplir, no es trabajar directamente, sino vigilar el magnífico trabajo de la máquina. Hoy, esa clase de obreros que dependía exclusivamente de su pericia, ya no tiene razón de ser. Antes, tenía que poner a cuatro muchachos atendiendo a un mecánico. Gracias a estas nuevas combinaciones mecánicas, he llegado a reducir de 1,500 a 750 el número de obreros adultos. De este modo, he conseguido aumentar considerablemente mis ganancias. http://www.bcnbox.com En la forma M – D – M, la misma pieza de dinero cambia de sitio dos veces. El vendedor la recibe de manos del comprador, para entregarla enseguida a otro vendedor. El proceso total, que comienza recibiendo dinero por mercancía, termina entregando por mercancía dinero. Al revés de lo que ocurre en la forma D – M – D. Aquí, no es la misma pieza de dinero, sino la misma mercancía la que cambia dos veces de mano. El comprador la recibe de manos del vendedor, para ponerla enseguida en manos de otro comprador. Y así como en la circulación simple de mercancías al cambiar dos veces de sitio la misma pieza de dinero, ésta pasa definitivamente de una mano a otra, aquí, al cambiar dos veces de sitio la misma mercancía, el dinero refluye a su punto de partida inicial. papeleria corporativa El capitalista compra la fuerza de trabajo por su valor diario. Le pertenece, pues, su valor de uso durante una jornada, y con él, el derecho a hacer trabajar al obrero a su servicio durante un día. Pero, ¿qué se entiende por un día de trabajo?2 Menos, desde luego, de un día natural. ¿Cómo cuánto menos? El capitalista tiene sus ideas propias en punto a esta última Thule, a esta frontera necesaria de la jornada de trabajo. Como capitalista, él no es más que el capital personificado. Su alma es el alma del capital. Y el capital no tiene más que un instinto vital: el instinto de acrecentarse, de crear plusvalía, de absorber con su parte constante, los medios de producción, la mayor masa posible de trabajo excedente.3 El capital es trabajo muerto que no sabe alimentarse, como los vampiros, más que chupando trabajo vivo, y que vive más cuanto más trabajo vivo chupa. El tiempo durante el cual trabaja el obrero es el tiempo durante el que el capitalista consume la fuerza de trabajo que compró.4 Y el obrero que emplea para sí su tiempo disponible roba al capitalísta.5 discotecas en lleida Bien entrado el siglo XVII y lindando ya con la época de la gran industria, el capital, en Inglaterra, no había conseguido todavía adueñarse de la semana íntegra del obrero, ni aun pagándole el valor semanal de la fuerza de trabajo: la única excepción eran los obreros del campo. El hecho de que con el jornal de cuatro días pudiesen vivir una semana entera no les parecía a los obreros razón bastante para trabajar también a beneficio del capitalista los otros dos días. Una parte de los economistas ingleses, puesta al servicio del capital, denunciaba desaforadamente este abuso; otros, defendían a los obreros. Escuchemos, por ejemplo, la polémica entablada entre Postlethwayt, cuyo Diccionario comercial gozaba por aquel entonces del mismo predicamento que disfrutan hoy en día las obras de un MacCulloch o de un MacGregor, y el autor del Essay on Trade and Commerce, a quien citábamos más arriba.89 nightspain Al poseedor de dinero, que se encuentra con el mercado de trabajo como departamento especial del mercado de mercancías, no le interesa saber por qué este obrero libre se enfrenta con él en la órbita de la circulación. Por el momento, tampoco a nosotros nos interesa este problema. Nos atenemos teóricamente a los hechos, a los mismos hechos a que el poseedor de dinero se atiene práctica­mente. Pero, hay algo indiscutible, y es que la naturaleza no pro­duce, de una parte, poseedores de dinero o de mercancías, y de otra parte simples poseedores de sus fuerzas personales de trabajo. Este estado de cosas no es, evidentemente obra de la historia natural, ni es tampoco un estado de cosas social común a todas las épocas de la historia. Es, indudablemente, el fruto de un desarrollo histórico precedente, el producto de una larga serie de transformaciones eco­nómicas, de la destrucción de toda una serie de formaciones más antiguas en el campo de la producción social. http://www.wmailbox.com 202 “Por lo que se refiere a las pérdidas que se originan al comercio por no cumplir puntualmente los encargos en el embarque, recuerdo que éste era el argu­mento favorito de los fabricantes en los años 1832 y 1833. Nada de lo que se pudiera aducir a este propósito tendría tanta fuerza como entonces, cuando el vapor no había acortado todavía las distancias, introduciendo nuevas normas en el co­mercio. Al someterla a prueba por aquel entonces. La afirmación no pudo demostrarse, ni podría tampoco demostrarse hoy, con seguridad, si se volviera a hacer a prueba.” (Reports of Insp. of Fact. 31 st Oct. 1862, pp. 54 y 55.)

Publicité
Publicité
Publicité